Por Mujeres en la Música – 11/2020
Con una heterogénea formación, que abarca desde la danza a la Musicoterapia Gestáltica, la compositora Marisa Manchado es un referente en la composición de nuestro país. Su vasta experiencia musical forjada en los lugares más representativos del mundo compositivo como Darmstadt, Estocolmo, París o Roma, así como su marcada vertiente pedagógica y su aportación dentro del ámbito de la gestión, como integrante de prestigiosos jurados y al frente de la Subdirección General de Música y Danza del INAEM, le permiten aportar una visión poliédrica y a la vez muy complementaria del ámbito de la música.
En primer lugar, Marisa, ¿cómo llega la música a tu vida? o ¿cómo llegas a tener claro que la música será tu vida?
Pues a través de la familia (mi padre era muy melómano), mi madrina tenía un piano que yo aporreaba con cuatro años y el primer colegio al que fui, que cantaba en el coro, más tarde (con 7 años), ya en el Colegio Estilo, que dirigía Josefina Aldecoa, desde pequeños hacíamos música, baile, pintura, modelados con barro….es decir había un interés muy especial en desarrollar la creatividad y la sensibilidad artística. Por supuesto el Conservatorio, he de decir que el piano me atrapó desde el minuto 1; y ya cuando acabo el COU y debo decidir si estudiar en la universidad o seguir en el Conservatorio, aunque opto por ambas carreras, tengo ya claro que la música es lo mío; en Italia, con 19 años, que obtengo una beca para perfeccionar el piano, ya la claridad es mayor, pues empiezo a componer y a improvisar.
Tu formación, como hemos comentado, es muy heterogénea, ya que eres licenciada en Psicología Clínica (Musicoterapia Gestáltica); titulada en Composición-Instrumentación y Solfeo-Repentización, Teoría de la Música y actualmente estás terminando tu Doctorado. ¿En qué te ha enriquecido como profesional y ser humano cada una de ellas? ¿A cuál no renunciarías bajo ningún concepto?
Pues no renunciaría a ninguna de mis formaciones porque todas ellas me han servido para ser la mujer que soy, me han enriquecido como ser humano y sobre todo me han ayudado (y me ayudan) a transitar por la vida, que por cierto, ¡bien complicado es! Te has olvidado mencionar el piano, que creo ha sido el eje de mi formación, donde creo tuve mucha suerte con mis profesores, que menciono: Marisa Villalba y Julián López Gimeno; lo mismo que nombro a Carmelo Bernaola, que fue el otro eje musical. Y ya puestas, si no hubiera estudiado psicología no habría realizado la formación en terapia gestalt, que me cambió la visión sobre la vida realmente, y vuelvo a nombrar a otros dos maestros decisivos en mi formación: Paco Peñarrubia y Claudio Naranjo.
En el apartado de gestión, has coordinado ciclos tan significativos e importantes como Muestras Internacionales de Música de Mujeres y el Ciclo de Música Contemporánea Creamúsica, en el Teatro Pradillo, y sigues al pie del cañón dirigiendo ciclos en los que se reivindica la igualdad dentro del ámbito de la música. ¿Consideras que hay un compromiso real por parte de las instituciones a la hora de normalizar la presencia de las compositoras en los programas de concierto?
Sí, esos dos ciclos fueron importantes, ambos comprometidos uno con las mujeres y el otro con la contemporaneidad sonora; y, ¡claro!, Juan Muñoz y el Teatro Pradillo eran los cómplices, sin ellos no habría sido posible. Y me preguntas por las instituciones, el Teatro Pradillo era y es un espacio privado, aunque reciba ayudas económicas públicas, es decir, habría que distinguir entre instituciones privadas e instituciones públicas. Desde luego las instituciones públicas hacen poco por la Igualdad, y si no, lean el Estudio sobre la aplicación de la Ley de Igualdad en el ámbito de la Cultura que ha realizado el Observatorio de Creación y Cultura Independiente, que dirige Fátima Anllo Vento, y que fue presentado en el Ministerio de Cultura el pasado mes octubre, está en la propia web del Ministerio.
El informe es demoledor: luchar por la Igualdad es sobre todo hacer genealogía, es decir re-construir el pasado en femenino y por supuesto crear modelos en los que mirarnos y premiar a nuestras mayores, siempre cito a nuestra grande Esperanza Abad, la mujer que construyó la modernidad musical en los años 60 y 70 del pasado siglo, y las instituciones públicas no sé a qué esperan para reconocerla como se merece. Hay una excepción, que yo conozca: el Ayuntamiento de Segovia, a través de la Fundación Juan de Borbón, que ha rescatado a la grande María de Pablos, la está grabando y editando y con su nombre se celebra un concurso anual de composición exclusivo para compositoras que está siendo todo un éxito de participación (internacional).
Las instituciones privadas tampoco es que se esfuercen mucho. Las asociaciones feministas, las universidades y las ediciones académicas son las que están dando el primer paso en España por reconstruir esa otra historia musical en femenino.
Cuando regresas de Estocolmo, y tras tu bagaje en Darmstadt, consigues tu plaza en el conservatorio de Madrid con el primer puesto de la promoción, ¿qué diferencias adviertes entre ambos sistemas educativos y entre la vida musical europea y española?
Lo más llamativo en aquella época (y creo que también ahora) es la incorporación de la modernidad musical a las enseñanzas musicales en todos los niveles, desde el comienzo hasta la vida universitaria; otra característica, también hoy vigente, es que la universidad en España se destina solamente a estudios teóricos, los estudios musicales prácticos no se incluyen, como por otro lado sí sucede en casi todo el mundo. Por último, el riesgo, la innovación, la creatividad en el sistema educativo español no se premia, más bien se castiga, justo lo contrario que en la mayoría de los medios académicos europeos o americanos, claro ¡siempre hay excepciones! hablo de la norma.
¿Qué recuerdos y experiencias profesionales y personales guardas de tu estancia en París y Roma (becada por el Ministerio y la Academia Española de Bellas Artes de San Fernando respectivamente)?
París fue determinante en mi vida, pues tuve la fortuna de vivir “muchos parises”; por un lado, el mundo académico (estaba en la universidad Paris VIII cursando postgrado en composición asistida por ordenador), por otro, el mundo musical, la vida de conciertos, los instrumentistas ¡formidables! que encontré, la interpretación de mis obras…, en suma, una experiencia musical absolutamente diferente…, y luego el París de los parisinos, que es otro, el amor por la lectura, el teatro, la Cultura con mayúsculas, el placer de disertar, me sentía en casa… Roma es y fue otra experiencia, yo ya había estado en Roma en 1975; cuando me instalé en Torino, aproveché para conocer y relacionarme con la capital, pero la experiencia en el Gianicolo, donde se sitúa San Pietro in Montorio, la Accademia spagnola, fue otra, fue una inmersión en una ciudad que rebosa arte por todas partes, con unas puestas de sol sobre el Tíber, únicas y unas largas conversaciones filosóficas con Jesús Rueda, que también estaba becado y compartíamos espacio, ¡claro! para mí Roma es el Bernini, las intrigas de palacio y música por todos lados, recuerdo que se celebraba el 50 aniversario de la Resistenza y organizaron un fin de semana maratoniano, sin interrupción de obras de estreno dedicadas a este aniversario, allí escuché la música serial de Ennio Morricone y conocí y escuché a su hijo Andrea Morricone, magnífico compositor al igual que su padre, pero estaban todos los compositores y todas las compositoras, haciendo música gratis para festejar el 50 aniversario del final de la II GM, creo que a mi vuelta, o desde Roma, mandé una reseña para la revista Scherzo, porque me impresionó la generosidad y compromiso de los compositores italianos.
Cuentas, además, con diversos premios y multitud de estrenos y encargos en tu haber. Tu ópera El Cristal de Agua Fría, por ejemplo, obtuvo el Premio Nacional Daniel Montorio de composición musical dramática, en 1995. ¿Crees que la labor de las compositoras españolas está lo suficientemente reconocida en nuestro país?. ¿Qué debería cambiar para que así fuera?
No está reconocida en absoluto, y es muy simple la solución, aplicar la Ley de igualdad en las programaciones y crear una ley orgánica que proteja nuestro patrimonio, como tiene Francia, por ejemplo, cuyo 51% de consumo cultural interno debe ser francés.
En 2015 terminas tu tercera ópera: La Regenta, con libreto de Amelia Valcárcel, filósofa y feminista. Sigue pendiente de estreno. ¿Ser crítica con lo establecido sale caro? ¿En otro país hubieras tenido problema para estrenarla?
Este país tiene un problema endémico con el reconocimiento hacia lo “no políticamente correcto”. Larra, Goya, y el año Galdós que hemos vivido… o sea, histórico y endémico, porque lo grave es que no se perdona; uno de nuestros mayores, compositor de talento, formado en Alemania y que luego volvió a España, cuando yo volví de París me dijo: ”¿por qué has vuelto? Este país no perdona que te vayas”, y tenía razón. Y en cuanto a estrenarla en otro país, hay que estar allí, en el sitio, pero desde luego las barreras que aquí hemos tenido, desde luego, no las hubiera tenido, eso con toda seguridad, de hecho esta ópera acabará estrenándose fuera y pasará como con Falla o Albéniz, que el país habrá perdido el poder sobre su música porque están editados en Francia. Es otro de los problemas nacionales, dejar escapar lo que le pertenece por derecho y de hecho.
Tu libro Música y mujeres, Género y Poder, publicado en 1998 es un referente en nuestro país en cuanto a feminismo y música se refiere. Tanto es así que hace poco volvías a presentarlo en una reedición que, al parecer, cada vez es más necesaria. ¿Qué está pasando dentro del ámbito musical, a tu juicio, para que esto sea así? ¿Piensas que, por fin, las mujeres dentro del ámbito de la música académica, y especialmente las nuevas generaciones, estamos siendo conscientes de que durante años se ha minusvalorado e infra-reconocido nuestro talento? ¿Estamos “despertando”?
Sí, ya lo he dicho antes, es el mundo académico universitario el que está dando los primeros pasos en esa dirección; me emociona ver que hay bastantes departamentos de musicología que empiezan a integrar estudios de género o musicología feminista o al menos historia compensatoria en sus estudios, aunque sea de manera transversal, está muy bien. Y los conservatorios también empiezan a recuperar las músicas de nuestras antepasadas y de nuestro presente y pasado inmediato, las mujeres nos hemos dado cuenta de que si somos la mitad del planeta, somos la mitad en paridad, porque somos pares.
Has sido Subdirectora General de Música y Danza del INAEM del Ministerio de Cultura y puedes hablar con conocimiento de causa de los problemas subyacentes a esta institución. ¿Por qué desde instancias públicas se sigue tomando tan a la ligera el cumplimiento de la Ley de Igualdad, cuando las programaciones se llevan a cabo con dinero público?
Bueno, también lo he dicho antes al hablar del Informe de Fátima Anllo a través del Observatorio de Creación y Cultura Independiente, pero además, el problema a mi juicio, es que la cultura en España no se valida, no importa, no tiene valor, con mayúsculas, y dentro de la cultura la cenicienta es la música. Desde el momento que la cultura no tiene importancia para el estado, todo lo demás viene rodado; sería una vergüenza que quitaran el ministerio de cultura, pero ya has visto que el ministerio es de cultura y deportes, y muy a menudo lo juntan con educación. Y luego, cumplimiento de la Ley de Igualdad, las direcciones generales tienen bastante margen de ejecución, deberían cumplir con la Ley de Igualdad y deberían pagar un precio político en caso de no cumplirla.
Como Vicedirectora del Conservatorio Profesional de Música de Madrid Teresa Berganza y profesora durante años del mismo centro, ¿qué modificarías del sistema educativo musical en nuestro país?
Pues muchas cosas, llevaría la música a la enseñanza infantil y a la obligatoria (primaria y secundaria) con música práctica, y mantendría el desaparecido bachillerato musical; llevaría las enseñanzas superiores de música a la universidad (como bellas artes en su momento) y por supuesto, suprimiría la mitad de materias del currículo, el eje de formación musical es el instrumento y es a partir de ahí que se conoce el repertorio, se hace música de cámara, se aprende a escuchar y a analizar y se compone, se dirige, se investiga, ese es el eje una buena formación instrumental. Desgraciadamente, sobre todo en los estudios superiores, la mitad de las asignaturas sobran o al menos, sobra horario, porque la realidad es que el alumnado no tiene tiempo para lo importante: ¡ejercitarse en la ejecución excelente de su instrumento!
¿Cuáles son tus próximos proyectos, si se pueden confesar?
¡Entregar la tesis!
Más información sobre Marisa Manchado: www.marisamanchadotorres.com