Por Mujeres en la Música – 12/2020
Artista incansable y con una gran carrera musical a sus espaldas, esta soprano madrileña sorprende por su amplio bagaje cultural. Tras formar parte de agrupaciones corales de prestigio como el Coro Titular del Teatro Real de Madrid y el Coro Nacional de España, decide en 2013 trasladarse a Filadelfia, donde crea su propio sello discográfico. Su misión principal es promover el repertorio en español desde el medievo hasta lo contemporáneo, aunque también es artífice de proyectos que incluyen música cubana o sefardí, como es el caso de su último disco «Sephardic Treasures».
Comenzaste en el mundo de la Música con 5 años. ¿Qué te llevó a decantarte por el canto?
Mi primera relación con la música clásica fue a través del ballet a los 5 años. A los 9 años, asistía a clases particulares de solfeo con Antolina Alvarez dos veces a la semana. Era Antolina una solterona solitaria de más de 100 años. Había estudiado con Lizst por lo que me decía que no olvidara nunca que yo era descendiente directa musical de él. Me enseñó a entonar los intervalos. Me inculcó que cada nota del piano tenía una personalidad, un carácter propio, tanto los intervalos como las propias notas que los formaban. Que la tercera menor era triste, y la mayor era alegre, y que la octava era en realidad la misma nota, y que escuchara cómo tenía el mismo carácter a pesar de la distinta altura. Antolina me dejó con 103 años. Fue muy importante para mí formar parte del Coro de Voces Blancas que dirigía el vasco Carmelo Llorente. Eso supuso un paso muy grande para desarrollar mi oído armónico. Además aprendí los repertorios de compositores antiguos, misas en latín, y otras obras de compositores contemporáneos como Guridi, Sorozábal o Kodaly. En una ocasión con motivo de la Navidad, Carmelo decidió prepararnos El Mesías de Haendel, y para ello invitó a cantar con nosotros a una soprano solista. Fue la primera vez que yo escuchaba a una cantante en directo, y me fascinó. Inmediatamente, sentí una admiración enorme por su manera de cantar.
Al cumplir los 16 me apunté a clases de canto en el conservatorio de Alcalá estudiando Sorozábal y Mozart y arias antiguas italianas. Un año y medio después, mi voz se impostó de la noche a la mañana. A todos les sorprendió mucho porque era muy distinta de mi voz hablada. A los 18 entré en el RCSMM para estudiar quinto de solfeo con Joaquín Pildaín y canto con Amable Díaz, con la que continué durante 5 años más y conseguí mi título de Cantante Profesional cuando nos trasladaron al Conservatorio Profesional de “Arturo Soria” en Madrid. Fueron unos años maravillosos que recuerdo fenomenal. Yo tenía que coger el tren en Alcalá de Henares y en Atocha tomaba el metro a Opera, o bien caminaba. Me encantaba. Iba una vez a la semana, y lo podía compaginar con mis estudios universitarios. El canto era para mí algo muy especial porque me ayudaba a expresarme, a liberar mis sentimientos y me encantaba el repertorio operístico, las canciones y las zarzuelas. Me resultaba muy fácil además. Años después, fui seleccionada en el Coro del Teatro Real y también pasé las pruebas para entrar en la Escuela Superior de Canto de Madrid. Allí tuve que comenzar desde el primer curso de nuevo, y después pasar a la Logse, hasta que me gradué en el año 2006. Toda la vida estudiando.
¿Quiénes han sido tus referentes en el ámbito del canto o la Música en general?
En el Conservatorio de Ópera, se organizaron clases magistrales con el tenor Alfredo Kraus. Aquello fue para mí otro paso gigante porque me di cuenta de cómo un cantante profesional era capaz de proyectar la voz hasta el último rincón del teatro, de que existía una técnica de proyección vocal para conseguir el máximo del instrumento, y de que aún me quedaba mucho por delante para dominar mi voz. Coincidí con él de nuevo años después, pero esta vez, él me escuchaba a mí y durante la audición, acabó finalmente dándome una clase. Alfredo Kraus sin duda, es un referente. Siempre que voy a la opera, comparo el tenor que canta con Alfredo Kraus. No puedo evitarlo. He tenido muchas profesoras como Teresa Tourné, Tzetka Hristova, Ana María Iriarte, y María Dolores Travesedo. Todos los maestros que he tenido han sido muy generosos conmigo, a su manera, pero fue María Dolores Travesedo la que en un momento concreto de mi vida me sirvió de guía, me indicó el norte a seguir, en un momento en que yo andaba un poco perdida, y nunca olvidaré sus enseñanzas. Mi última maestra en Philly ha sido Benita Valente que me descubrió algunos secretos y detalles que no conocía.
Citaré a pianistas como la recientemente fallecida, María Elena Rafull Barrientos, que era además mi amiga, Rogelio Gavilanes con el que gocé la música de Granados y Debussy, Miguel Zanetti en el ámbito de la canción de concierto, Mack Sawyer con la ópera italiana y alemana y, por supuesto, Huberal Herrera con la música de Ernesto Lecuona, y de Joaquín Rodrigo… han sido mis compañeros de conciertos y de ensayos y muchos de ellos, mis amigos.
Como cantantes de referencia citaré a Victoria de los Angeles, Maria Callas, Montserrat Caballé, Mirella Freni, Pilar Lorengar, Renata Scotto, Kirsten Flagstad.
Trabajaste en el Coro Titular del Teatro Real de Madrid durante 7 años, ¿cómo fue la experiencia y en qué aspectos te hizo crecer?
Fue una etapa realmente apasionante. Cuando entré en el Coro apenas tenía experiencia como cantante solista. De repente, salir a un escenario como el del Real, siempre con aforo al completo, con asistencia de personalidades en el ámbito político, intelectual, etc, cantar con cantantes de la talla de Plácido Domingo, con super estrellas, no sólo por su experiencia sino por su profesionalidad… Se hablaban todos los idiomas, desde italiano, ruso, checoslovaco, inglés, francés, hasta español…
Los directores iban y venían desde distintos lugares del mundo, los trajes hechos a medida eran fantasiosos, los decorados eran apasionantes, en fin. La experiencia para mí fue maravillosa. Tengo tres óperas: Carmen, Lohengrin y Madama Butterfly que recuerdo especialmente bien, y recuerdo que empezamos con Otello, y después vinieron La Forza del destino, Il trovatore, … en un ciclo especial que García Navarro programó sobre las óperas de Verdi con libretos o ambientadas en España. Allí escuchábamos y estábamos cantando en el escenario con los mas importantes cantantes del mundo… Nunca olvidaré la Lucia de Lammermoor y cómo, literalmente, “se me ponía la piel de gallina” escuchando a mi lado cantar a Edita Gruberova el aria de la locura… Tuve la oportunidad de asistir a las masterclases de estos cantantes de manera voluntaria, y eso fue genial. Muchas veces en el aprendizaje necesitamos imitar, y por eso es tan importante aprender de “verdaderos” cantantes, es decir, de los cantantes que están cantando en el teatro en ese momento.
Desarrollé la estética de la puesta en escena, de cantar y actuar al mismo tiempo, de ser independiente y seguir a los directores, de cantar en muy diversos idiomas, de memorizar y situarme en diferentes estilos y épocas; aprendí a inter-relacionarme musicalmente y escénicamente con mis compañeros, y a trabajar con una orquesta y con diferentes directores; a considerar y darme cuenta de cuántas cosas hay detrás del escenario, los técnicos, la orquesta, los maquilladores, los sastres, los regidores, y darme cuenta de que su trabajo dependía de nosotros, y que estábamos colaborando entre todos para un objetivo final: el éxito de la función. Me encantó. Quise superarme siempre y eso me hizo apuntarme a la Escuela Superior de Canto. Salía de la Escuela y caminaba por San Bernardo cruzando la Gran Vía, bajaba por Santo Domingo y ya estaba en el camerino… Y, a la inversa… llegaba a mis clases de idiomas, repertorio, técnica vocal, concertación… Me sentía afortunada porque pensaba que yo trabajaba en el lugar más bello de Madrid, en la zona de los Austrias, en el mismísimo Teatro Real… Cuando terminé mis estudios y me gradué en la Escuela Superior de Canto, salieron plazas para entrar en el Coro Nacional de España de interino. Yo entonces me encontraba en Valladolid, y presenté la solicitud online. La directora Mireia Barrera finalmente me seleccionó para formar parte de la cuerda de contraltos. Y mi vida volvió a dar otro giro en el 2007. Pasé del coro de opera a un coro sinfónico… Fue un contraste al principio, puesto que tenía reticencias a aceptar el cambio. No estaba totalmente segura. En el nuevo coro me resultó un poco difícil al principio porque sentí falta de libertad de acción, ya que la escena había desaparecido de repente de mi mundo artístico. Ahora necesitaba sentarme en el mismo lugar y junto a las mismas dos compañeras a cada lado en todo momento. La libertad de salir a escena y poder colocarme mas o menos junto a diferentes cantantes y diferentes voces, ya no la tenía. Ahora estaba en un coro más rígido, más estricto. Sin embargo, me encantaba la música y el repertorio era muy variado. La directora me gustaba mucho también. La colaboración con otros artistas continuó, aunque el contacto con los solistas desapareció como tal. Ya había trabajado con directores como Frühbeck de Burgos, pero esta vez con él tuve la oportunidad de viajar llevando “La Vida Breve” de Manuel de Falla y “Carmina Burana” de Orff a otros países, incluido el famoso Lincoln Center de Nueva York. Viajaba en múltiples ocasiones con el Coro Nacional para actuar en otras provincias españolas como Málaga, Barcelona, Sevilla, Cuenca, Granada, San Sebastián, Valladolid, Soria, y a otros países como Alemania, Francia, Viena, y Estados Unidos. Además, me dio Mireia la oportunidad de cantar como solista en algunos solos del coro, y también me daba permisos para desarrollar mi actividad como cantante solista, como en la realización de la zarzuela “Maravilla” de Moreno Torroba que Ana María Iriarte organizó en Madrid, o el concierto que yo organicé en el Teatro Carrion de Valladolid, o en el Teatro Principal de Burgos, además de otros conciertos en el Ateneo de Madrid, presentando un bonito recital lírico con romanzas de zarzuela, tonadillas de Granados, y arias de ópera. Me quedé en el Coro Nacional de España hasta que en el año 2012 me saqué las oposiciones.
En 2013 te trasladaste a Filadelfia, ¿qué te llevó a tomar esa decisión?
Como verás siempre he sido una persona muy trabajadora. Estudiaba el inglés en la Escuela Oficial de Idiomas. Con el afán de superarme y como “recompensa” por la plaza fija conseguida, decidí embarcarme en el verano a un viaje yo sola a un país de habla inglesa. Descarté Inglaterra o Irlanda porque habría muchos españoles, pero quería ir a América. A Filadelfia. El porqué allí fue una casualidad. Me desperté una mañana con esa palabra en la boca. Yo ya conocía Nueva York, y Philly estaba entre NY y Washington DC, que es la capital de Estados Unidos. Así que, sin dudar y a lo loco me compré un billete online para marcharme 5 semanas, y visitar estas tres ciudades. Luego fue mas complicado porque aquello no era como ir Benidorm y alquilar un apartamento. Entonces conseguí alistarme en unos cursos de inglés en vacaciones con alojamiento incluido. En Philly estuve alojada en International House y en Nueva York, en la Manhattan School of Music. Fue una gran experiencia de la que estaba orgullosa. Mi amiga Barbara Moore me sugirió ir a un club de jazz llamado 23rd Street Café. Me pareció una idea estupenda porque era mi última noche antes de volver a Madrid. Pero, allí estaba Alan Lewine tocando el contrabajo en una jam session, y Barbara nos presentó. Alan se quedó fascinado al verme, “coladito por mí” y a primera vista, y a mí me cayó genial. El me invitó a desayunar a la siguiente mañana y así comenzamos a conocernos. Yo simplemente seguí la senda, sin forzar nada, todo iba solo y todo salía bien. Regresé a Madrid, claro, como estaba previsto, y fue allí cuando le dije a mi padre que tenía previsto volver a Estados Unidos para hacer unas audiciones en la Washington National Opera. Mi padre no salía de sí y me preguntó: “¿Es que acaso crees que estás viviendo en una película?” Pero, en fin, nada podía hacer para detenerme porque yo seguía adelante.
Alan me invitó a ver a Yo-Yo-Ma al Kennedy Center el mismo día que viajé de nuevo a Philly. Después, Alan vino a España y yo iba agotando todos los permisos posibles en el trabajo. Finalmente, nos casamos y me concedieron la excedencia en el Coro Nacional de España. Allí comenzó otra nueva etapa, más creativa en mi vida, e inicié colaboraciones con músicos estadounidenses. Alan y yo organizamos un recital fusión titulado “9 siglos de música en tan solo 1 hora”. Desarrollé el espectáculo que ideé con marionetas en torno al barroco español y que titulé “El Carro del Amor”. En Philly, di algunos recitales. Uno muy bonito de canciones navideñas con una orquesta de mandolinas y guitarras, otro en una iglesia con una pianista, otro en la Universidad de Temple con un profesor de guitarra para celebrar el aniversario de Granados. Me hice miembro de varias organizaciones como Early Music America, UNIMA, Opera America. Organicé en The National Opera America Center en Manhattan unas Series de conciertos donde colaboraba con diferentes artistas en distintos proyectos, y me concedieron una ayuda de la AIE, Asociación de Intérpretes y Ejecutantes, a la que yo pertenecía. Lo recuerdo muy bien y fue para mí algo experimental. De allí salieron proyectos terminados como “Tesoros Sefardíes”, “El Carro del Amor”, mi estudio de la obra de Ernesto Lecuona, que después me llevó a Cuba, Nights at the Alhambra con acompañamiento de guitarra, la ópera en versión concierto de I Capuletti e i Montechi, y un recital de zarzuela completo donde me atreví a vestirme como una chulapa. Presenté mi nuevo disco “Alma y Vida de Mujer” para el Festival Latinoamericano. Realicé audiciones para las compañías de ópera y para algún manager, recibí clases, y además escribía las críticas de las óperas desde el Metropolitan Opera Center, WNO, Opera de San Francisco, Opera de Philadelphia, para Ritmo, Hoy en Delaware, CNY Latino, y otros.
Trataba de hacer contactos y conocer y colaborar con personas de una cultura totalmente diferente a la mía, con un carácter totalmente distinto, y en una situación bastante diferente. No sabía muy bien cómo podía conseguir que se entendieran mis proyectos, mis ideas, y sin embargo, viajaba, iba a fiestas increíbles de grandes galas y vivía en una verdadera película de Hollywood. Más adelante, y caminando por las calles de Philly, y otras ciudades, me di cuenta de otras situaciones sociales, de los problemas de la discriminación racial, del proceso de gentrificación que la ciudad estaba experimentando, de las desigualdades sociales existentes.
¿Has encontrado trabas a lo largo de tu vida profesional, tanto en España como en EE.UU., por el hecho de ser mujer? ¿Crees que hay diferencias en términos de discriminación de género en ambos países?
En general, en Estados Unidos, las dificultades surgen más bien, por el hecho de pertenecer a una cultura diferente y por el lenguaje. Porque es un país gigantesco y muy disperso con comunidades muy diversas. Yo estoy educada en la igualdad desde que nací, y en una familia con mayoría femenina. No puedo decir que nadie me haya puesto trabas en ningún momento porque además soy una persona luchadora y “no me dejo pisotear”. Tengo muchos recursos y conocimientos porque he tenido la suerte de tener una educación muy completa, porque siempre he pensado que el conocimiento da poder y fuerza. Tampoco tengo hijos que me “obliguen” a ejercer como madre, con lo que no puedo decirte que haya encontrado trabas. Mi relación con los hombres en general ha sido buena y me gusta también trabajar a su lado. Si tengo que discutirles algo, directamente me puedo poner hasta insolente, quiero decir que no bajo la cabeza sumisa y obedezco, ni lo he tenido que hacer en ningún momento. Yo percibo que la mujer estadounidense es muy fuerte y que es un poco al revés, que el hombre llega a estar en ocasiones un poco reprimido por ellas. Ahí lo tenemos en el caso de la fuerza de la plataforma “Me too”, con casos como los de Plácido Domingo y Bill Cosby.
Tienes tu propio sello discográfico, Owlsong Productions Inc. ¿qué supone para una intérprete, con todo lo que ello conlleva de preparación personal de un proyecto, ser además productora del mismo?
Owlsong Productions es una empresa más que un sello discográfico, aunque es cierto que hemos producido discos variados de música clásica y de jazz. La empresa la creó Alan Lewine en 1982, pero la reabrimos en 2013, y yo soy presidenta de la misma desde entonces. Alan y yo trabajamos juntos, ayudándonos y colaborando entre nosotros y con terceras personas de manera continuada en la música, en nuestros proyectos variados, nuestros sueños… para difundir la música clásica y de jazz, y en especial, la música vocal en los Estados Unidos, España y Latino-América.
Supone mucha dedicación no sólo como intérprete sino como creadora, buscando recursos, posibilidades, contactos, conciertos, presentaciones, y buscando al publico. Hay que ser política, luchadora, sutil, colaboradora, adaptable, flexible, independiente, segura, comunicadora, oportuna, y muchas cualidades que no siempre son compatibles entre sí. Hay que ser casi imposible. Pero, hay que ser. Finalmente, vivimos por la difusión de la cultura, por la poesía, por el gozo de manifestarnos con nuestro canto, por ayudar a los demás, como compositores, artistas, maestros… en la tarea de la búsqueda. Al final, en la búsqueda de la justicia, de la igualdad y del reconocimiento.
Has realizado gran cantidad de proyectos y colaboraciones, ¿de cuál o cuáles tienes un recuerdo más especial?
De mi colaboración con Cuba y los músicos cubanos como Huberal Herrera, para descubrir la música de Ernesto Lecuona, y el disco “Rosas para Lecuona” que grabamos juntos, y que se pueden conseguir en nuestra web actualmente. La experiencia cubana al encontrar una tierra tan cerca de mí y que tanto en común tiene con España, donde poder cantar música de Joaquín Rodrigo, y actuar en diferentes escenarios con todos mis proyectos me dio una infusión de conocimientos. Allí siempre me han apoyado y me han tratado muy bien, como una familia estando tan lejos de España.
También tengo que remarcar que fue muy especial para mí la presentación en la Whitthall Pavilion de la Library of Congress en Washington D.C. de mi espectáculo barroco de marionetas y canciones y bilingüe “El Carro del Amor”, porque fui invitada con motivo de la Hispanic Heritage Month en 2016.
Háblanos de tu último disco «Sephardic Treasures».
Este disco es una colaboración de músicos de distintos lugares del mundo como Israel, España, Estados Unidos, y es el resultado de un trabajo de recuperación de las canciones de tradición oral. Para mí ha sido el descubrimiento de una historia profunda anclada a mis raíces porque los judíos españoles emigraron alrededor del mundo tras la orden de expulsión de 1492 y se dispersaron. A través de la música y las artes, me di cuenta de que yo misma soy una mezcla de árabe, judía, cristiana. Me sirvió para conocerme a mí misma. La grabación fue una experiencia maravillosa en Brooklyn, pero el proceso de creación va más atrás. Surgió al llegar Alan a España, y de nuestra visita a la biblioteca Municipal de Granada, de nuestra investigación en España, y la presentación en concierto en el Palacio de los Olvidados. El disco recoge arreglos que yo he escrito con la colaboración de Alan, y viceversa, o sea que varias de las temáticas de los acompañamientos los he compuesto yo. Estoy muy orgullosa, salieron muy bien, la calidad de la grabación es magnífica, y me encantan todas las canciones. Incluso he llegado a otros asuntos más rancios a través de “Anda, Jaleo” donde al parecer, el autor de los cuatro primeros versos son de la autoría de Segismundo Romero, un músico que carece de reconocimiento. Estoy investigando sobre su vida y su colaboración con Manuel de Falla.
¿Tienes algún nuevo proyecto en mente (que se pueda desvelar)?
Quiero mejorar “El Carro del Amor” en la multimedia y la facilidad de puesta en escena. Tengo varios discos, pero en concreto el proyecto del disco “Africana Soy” que grabamos en La Habana y Filadelfia, es fascinante, y contiene romanzas de Ernesto Lecuona de zarzuelas que contemplan la temática racial en Cuba. Tengo otro que titularé “Nights at the Alhambra” de voz y guitarra, y el disco “Sencillamente Martí” completo. Todo está ya grabado pero necesitamos realizar la producción con la mezcla y la masterización.
Por otro lado, mi proyecto “Esclavitud, Mestizaje y Liberación” incluye “La Era del Modernismo” que abarca poetas y músicos españoles, como Juan Ramón Jiménez y Joaquín Rodrigo, cubanos, como José Martí y Ernesto Lecuona y Aurelio de la Vega, y americanos, como Walt Whitman, y quiero ampliarla con otros poetas y músicos de Latino América, siendo el Modernismo un lazo de unión mundial muy enriquecedor.
Ahora mismo nos hemos trasladado a Phoenix, y tan pronto superemos la pandemia, pretendemos colaborar con artistas en México y en la costa oeste de Estados Unidos. Un amplio horizonte se abre para mí llevando a España en mi alma de mujer.
Más información sobre Ana María Ruimonte: owlsong.com y ruimonte.sitehappy.com
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